![Irene Vallejo por Santiago Basallo](http://madeinzaragoza.es/blog/wp-content/uploads/2019/04/Irene-Vallejo1.jpg)
De mayor quiero ser como Irene Vallejo, quiero tener esos ojos azules de niña lista a la que nada se le escapa; quiero tener esa voz que deja caer verdades líquidas que te van empapando poco a poco y, sin darte cuenta, el café se enfría, la mañana vuela y solo quieres seguir sentada, escuchándole hablar de Antígona, Penélope y la ninfa Eco.
Como para lo de los ojos azules ya no hay remedio, me contentaré con escuchar la voz de Irene en sus libros.
Los inicios de ser escritora
Y hablando de libros, Irene ¿como se empieza a ser escritora? Y además aquí, en Zaragoza.
Mi familia no tenía una vena creativa o artística, mis familiares se han dedicado más al mundo del Derecho pero yo desde los 7 años no recuerdo ni un solo día que no supiera que quería ser escritora.
Cuando consideré que había cumplido mis metas académicas, mi doctorado y beca, en Zaragoza y Florencia, decidí que tenía que ocuparme de cumplir mi sueño: escribir una novela.
Y me pregunté «¿cómo se empieza a ser escritora? Esto no es como prepararse para un trabajo normal o una oposición». Además no conocía a nadie en el mundo editorial.
Se me ocurrió empezar por el periodismo, concretamente por el Heraldo de Aragón y por mediación de Guillermo Fatás y gracias a Encarna Samitier comencé a publicar 5 columnas de prueba.
Mi idea era escribir desde mi especialidad, la historia clásica de Grecia y Roma, para interpretar la actualidad. Pero no desde un punto de vista nostálgico, de cualquier tiempo clásico fue mejor, sino como una clave para entender el presente y evitar ese sentimiento adanista y fácil de que somos los primeros en enfrentarnos a algo.
Además yo ofrecía escribir estas columnas comparando antigüedad clásica y actualidad de forma continua porque tenía la certeza de que eso no se había hecho antes.
Y así fue como comencé a ser escritora, gracias al periodismo.
Después he ido publicando mis libros con la editorial aragonesa Contraseña. Tenemos una relación de acompañamiento y consejo que valoro muchísimo. De hecho yo fui la primera autora española viva que publicaron dando un giro a su narrativa.
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Crear y mostrar, ¿equilibrio imposible?
Irene, ¿se puede vivir de la literatura?
Pues siento que a veces mi vida es un difícil equilibrio, porque no puedo vivir solo de escribir, de los derechos de autor. Tengo que escribir y tengo que promocionar lo que escribo.
Los libros dan prestigio y son la razón por la que te invitan a conferencias y encuentros. Y los mantienes vivos a pulso: encontrándote con tus lectores. A mi me encanta ir a clubs de lectura y bibliotecas. Se establece un vínculo con tus lectores que va mucho más allá de la frialdad del texto escrito. Pero al mismo tiempo tienes que tener tus ratos de tranquilidad y soledad para crear.
Y no solo acudo a clubs de lectura, cada vez me requieren más para conferencias. Pienso que hay una vuelta a la presencia y la oralidad, las Charlas Ted es una buena muestra de ello. El contenido de una charla no es tan importante. Lo que nos gusta es escuchar a un buen orador, sentir como sus pensamientos son capaces de abrir y transformar nuestras mentes en ese rato.
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Heroínas silenciadas
Irene, en tu último libro, La mañana descalza, haces un repaso a las heroínas clásicas de la antigüedad y lo confrontas con los problemas de los que habla el feminismo actual.
Si, es un libro breve, y la idea además es que sirva para plantear y generar debates en colegios e institutos. Es una reflexión sobre el concepto de heroína.
Normalmente asociamos las hazañas de los héroes antiguos y modernos con la guerra y yo quiero plantear el heroísmo de los cuidados, no solo del que quita la vida, sino del que la protege y la mantiene, que mayoritariamente han sido las mujeres.
Creo que debemos reivindicar ese tipo de heroísmo, creer y crear una sociedad en la que sea posible cuidar y trabajar, es lo que yo concibo como civilización. La humanidad sin estos sentimientos sería la jungla.
De niños, de ancianos y cuando caemos enfermos, es decir, en cualquier momento de nuestra vida, podemos necesitar de atención y cuidados. Y no tendríamos que sentir esa tensión imposible entre cuidar y trabajar. Los cuidados son un trabajo silenciado que deberíamos aplaudir y valorar socialmente.
Yo he tenido y tengo que ocuparme de familiares que necesitan atenciones especiales y pienso que es una experiencia que no podemos perdernos. Pero tenemos que poder sobrellevar con nuestro trabajo. En mi caso con mi vocación, a la que siento que fallo si no le dedico el tiempo que necesita.
Creo además que han sido históricamente las mujeres las que han ejercido esos cuidados. Y los hombres se pierden ese sentimiento de fragilidad y el sentirse capaces de proteger y cuidar.
Por eso me gusta especialmente la figura de Eneas, al que se le representa escapando del saqueo de Troya con su padre a hombros y con su hijo de la mano. Un héroe si, pero un héroe que cuida de sus familiares.
Irene me dijo en un momento de la entrevista que cuando conoce a sus lectores muchos le agradecen que haya puesto palabras a pensamientos que ellos no sabrían expresar.
¡No sabéis como los entiendo!