
Crear en tu mente algo que después se haga realidad parece, cuanto menos, cosa de magia; de esa con la que pides un deseo y todos tus sueños se cumplen. Es precisamente lo que busca cada año Ciriaco, de Vinatería Yáñez: imaginar y crear, crear e imaginar.
Porque en esta tienda de la C/Sacramento 11 de Zaragoza, nada es lo que parece. Aquí, los vinos son solo la base creativa de un universo gastronómico que abarca desde quesos y patés hasta aceitunas o jamones. Y si a esto le sumamos el toque artístico del local, el resultado es el de una obra maestra.

Un proyecto con el vino como base y el arte como forma de expresión.
Caminar por los pasillos de la vinatería es como hacer un recorrido a través de las emociones. Porque, a fin de cuentas, de eso trata en parte este proyecto. De crear vinos que, como el arte, creen sensaciones, para bien o para mal.
Al margen del mundo del vino, este negocio cuenta con 166 tipos de cerveza y 693 modelos de destilados de elaboración propia, entre otros productos artesanales. Hablamos con Ciriaco, creador y, sobre todo, imaginador:

Vinos, pintura e ideas infinitas. ¿Cómo nace esta idea?
Desde 1956 estamos en esta calle, pero hace siete años que nos trasladamos a este local para que cupiese todo lo que hacemos. ¿Y qué es lo que hacemos? Imaginar cosas y hacerlas reales.
Nuestro camino profesional ha ido de la mano del vino desde 1920 y, tras distintas fases, en 1984 comenzamos a liderar un proyecto de elaboración de vinos. Es un proyecto que hacemos con amigos, con la idea de conocer y disfrutar del mundo del vino. En 1989 hacemos mi primera exposición y desde entonces forma parte del negocio, porque cada etiqueta es una obra original.

Es un proyecto de evolución en libertad. Las palabras de este proyecto serían, por un lado libertad, por otro imaginación y por otro evolución.
Los vinos son, por tanto, solo una pieza de Vinatería Yáñez. ¿Qué otras creaciones encontramos aquí?
Cada año hacemos un proyecto poliédrico. Un proyecto poliédrico es algo sobre lo que no tenemos ni idea. ¡De lo que no sabemos nada! Y nuestra idea es aprender cómo se hace algo, aplicarle nuestro método de pensamiento, nuestra filosofía y ver por dónde nos lleva. A veces los proyectos poliédricos se consolidan.
Por ejemplo, en su momento el queso fue un proyecto poliédrico, que se consolidó como proyecto permanente. En su momento, los patés y los platos preparados fueron un proyecto poliédrico y también se consolidaron. Este año han sido las aceitunas, que aún no sabemos si se consolidarán o no. Otros años han sido el vinagre, la sal, el chocolate, el pan, los refrescos…

Crear vinos que emocionen. ¿A qué te refieres con esta frase?
Es igual que pintar, el objetivo es el mismo. Es emocionar, crear un sentimiento, sea bueno, malo o regular. Que no te deje indiferente, porque yo creo que la indiferencia es terrible. Si hay algo que te suscita un pensamiento o una reflexión, un disfrute, un placer, pues ya está. Es lo máximo a lo que se puede aspirar.
¿Es en este mismo taller donde tienen lugar todas tus ideas y creaciones, incluidas tus pinturas?
Sí, aquí tengo mi biblioteca particular, también tengo la parte de arte, la de gastronomía…También tenemos una mesa en la que, cuando se ha podido y esperamos que se vuelva a poder, hacemos catas y juntamos mentes con las que podemos reflexionar acerca del mundo, lo divino y lo humano, de la gastronomía, del vino, de los destilados o de las cervezas.

¿Qué es para ti lo más especial de trabajar en este proyecto?
Poder imaginar cosas y hacerlas reales, o intentar hacerlas reales. Es una idea de profunda libertad.
Una parte importantísima de este proyecto es el contar, el hablar, el escuchar; ver qué le emociona a la gente de lo que haces.
Como nos cuenta Ciriaco, una de las claves de Vinatería Yáñez es precisamente esa evolución constante que les permite, cada año, seguir creando e ideando cosas nuevas, sin miedo y , siempre, hacia adelante.