Desde la Piedra de Rossetta hasta Inés Sánchez Mesonero ha pasado un tiempo. Pero hay algo que no ha cambiado, la necesidad de traducir. Esta acción mental es un proceso por el cual comunicamos el texto de una lengua en otra diferente. Aunque el proceso parece sencillo a primera vista, tras él se esconden procesos cognitivos muy complejos. Para ello, no solo se tiene que conocer la gramática, sintaxis o la cultura de esas lenguas, el traductor/a también debe saber recodificar esos datos.
Ahora que conozco a Inés ya no me pasa, pero antes cuando pensaba en una traductora, me venía a la cabeza el papel de Amy Adams en la película de Denis Villeneuve ‘La llegada’. Tantas ganas que tenemos de ver extraterrestres y luego no podemos decirles nada. Con los libros y los cómics pasa lo mismo, tantos y si no los traducen no podemos leerlos. Aquí nos damos cuenta de la importancia que tiene. Gracias a los traductores/as el universo es más entretenido y un poco más seguro.


Inés Sanchez Mesonero es traductora literaria, correctora, redactora y profesora de idiomas. No solo eso, también imparte talleres de traducción de cómic, especialmente en institutos. Vivió en Salamanca hasta que finalizó sus estudios en Traducción e Interpretación (USAL) y desde entonces ha residido en Italia, Francia y, ahora, Zaragoza. Sus lenguas de trabajo son el castellano, el italiano, el francés y el inglés, aunque también estudia portugués y rumano.
Su campo de especialización es el cómic y el álbum infantil ilustrado; además, trabaja con novela y poesía y en ocasiones participa en mesas redondas. Por otra parte, forma parte del proyecto europeo de traducción literaria CELA como traductora del italiano y, en sus ratos libres, escribe poesía y relato y pinta con acuarela.

¿Cómo empiezas con la traducción de cómics?
Ya acabando la carrera de Traducción e Interpretación en la USAL, sabía que me volvían loca la literatura y la ilustración. Al mudarme a Florencia entré en una de mis bibliotecas preferidas (Biblioteca delle Oblate, visita muy recomendada) y fui a la sección de cómics, diminuta pero preciosa. En el patio del antiguo convento, con un libro entre las manos, me dije: «De esto quiero vivir yo algún día». Así que empecé a leer mucho tebeo, a buscar formaciones, participar en mentorías, apuntarme a becas, presentarme a editores… hasta que por fin, uno decidió probar suerte conmigo. Y hasta el día de hoy, que seguimos colaborando.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión como traductora?
Enfrascarme en la obra hasta la saciedad: los autores, los editores y los traductores somos los que más desgranamos el texto para entenderlo bien y asegurarnos de que así sea también para los lectores. Esta es una preciosa oportunidad para redescubrir la narración una y mil veces. Aunque no puedo dejar de lado la parte de estar en constante contacto con idiomas y descubrir cada día nuevos universos.
¿Existe alguna especialidad en cómic cuando estudias traducción? ¿Hay interés dentro de los traductores por traducir cómic?
En las universidades de Málaga, Murcia y Valencia hay asignaturas concretas y en otras hay módulos dentro de la propia asignatura, pero aún se trabaja muy poco. En Salamanca solo trabajamos una clase con viñetas. Sin embargo, no dudo de que esta tendencia vaya a cambiar, puesto que existe un gran interés por traducir cómic. Recientemente, impartí un taller en la USAL, en mi casa, sobre esta especialidad y la verdad que acudieron muches estudiantes muy interesades, especialmente por los bocadillos asiáticos.


Cuando te llega un encargo, ¿cuál es el proceso que sigues para hacer la traducción?
Abro el correo; normalmente me quedo ojiplática con la pedazo de obra que viene dentro (no siempre es un flechazo, pero tengo mucha suerte en ese sentido); leo la obra una vez; presupuesto y envío correo al editor; dejo reposar la obra en mi cabeza y hago una segunda lectura (una vez confirmado el presupuesto, claro), esta vez muy intensa y pausada para resolver todas las dudas lingüísticas y conceptuales que puedan surgirme, incluso anotando ya posibles traducciones: ¡la de investigación que hay que hacer cuando se traduce!
Luego hago una primera traducción escrita (digo escrita, porque ya hay gran parte del trabajo hecho en la mente y las notas, je, je) en la que dejo una ristra de palabras en colores; estas son dudas que resolveré más tarde o que dialogaré con le autore; dejo reposar el texto unos días (si la planificación me lo permite); reviso que no me he saltado bocadillos ni páginas (siempre se cuela alguna viñeta) y hago las revisiones y relecturas finales.
Se lo paso a alguien de confianza para ver que el texto funciona y todo es comprensible con las imágenes; tras entregarlo, al tiempo me llegan las tripas del libro maquetadas, o las galeradas, para que las revise y apruebe (este proceso varía de editorial en editorial, pero lo normal y por ley es que el traductor acepte o dialogue cualquier cambio con el editor).
Aunque estos serían los pasos principales, hay una parte de mentira en ellos, y es que desde que empiezo a leer el cómic mi cerebro se pone a trabajar para ir diseñando el estilo, encontrando soluciones a los juegos de palabras, buscando estrategias…
Por eso cuando me preguntan cuánto tardo en traducir un cómic respondo que es muy muy relativo. ¿Cuenta el tiempo en que pienso en la traducción mientras hago la compra, mientras charlo con mis amigos y les planteo juegos de palabras, mientras bailo, mientras leo…?

¿Qué diferencias encuentras entre traducir un texto literario y un cómic?
No me voy a enrollar mucho con esta parte, porque los lenguajes son muy diferentes, pero principalmente:
- el volumen de oralidad, más conversacional;
- el límite de espacio;
- la relación ineludible del texto con la imagen;
- los textos de fuera de bocadillo (onomatopeyas, carteles…).
Cuéntanos alguna experiencia buena o mala, que hayas tenido traduciendo.
Buenas… ¡Tantas! En general he tenido mucha suerte con la selección de cómics que me han llegado para traducir, y esto es una ventaja para todas porque, si me identifico con la obra, el trabajo sale más intuitivo, sin duda (no por ello más fácil, eso sí). A esto hay que añadirle que normalmente tengo muy buena relación con les autores (a los que siempre contacto para trabajar juntes sobre la obra).
Para ir al grano, con la que más me he reído, en cada fase de la traducción, es con El espíritu del bosque; con el autor con el que me he pegado el viaje filosófico lingüístico más bello es sin duda Jim Bishop, autor de Una carta para Yodo(y otra obra que pronto llegará, je, je).
Con la que más he sufrido, pero con gusto, es con la retraducción de El Puerto Prohibido: toda esa terminología y fraseología naval del siglo XIX fue un quebradero de cabeza. Sin embargo, la viví junto a Rodrigo, el capitán del Atyla, que fue clave para que diéramos una forma de calidad a esa masa enorme de vocablos. Al final acabamos entablando amistad… ¡y hasta pasé una noche en el barco con la tripulación! Toda una aventura.
El resto de anécdotas traductoriles… las contaré otro día, je, je.

¿Cuánto suele durar la traducción de un cómic?
Como ya he mencionado, aunque quisiera decirlo no podría: no hay manera de contabilizar el tiempo, porque, una vez empieza a funcionar la máquina, no la puedo parar (¡ni en sueños!). Además, cada cómic tiene una longitud y una complejidad.
¿Sueles trabajar en varios proyectos a la vez? ¿Cómo lo gestionas?
Intento que no sea así, porque me gusta empaparme en una obra y no sacármela de la cabeza hasta que he acabado de traducirla. Si tengo dos encargos de cómic muy seguidos y tiempo para distanciarlos, antes de revisar el primero traduzco el segundo; así el cerebro se olvida y puede corregir mejor, más fresco y no tan saturado de releer lo mismo una y otra vez.
En lo referente a los idiomas, no me cuesta pasar de uno a otro; llevo tantos años estudiando y hablando a diario lenguas diferentes… así que los interruptores funcionan ya como la seda. Por otra parte, como suelo traducir a mi lengua materna, siempre redacto en la misma lengua meta, o sea, la del texto final.
¿A qué autores te gustaría traducir?
Llevo años soñando con Élodie Shanta, Rita Petruccioli, Trung Le Nguyen, Paula Bonet (al italiano junto con una amiga traductora de allí; esta propuesta lleva años probando a entrar en alguna editorial de la bota)…

¿Qué obras de las que has traducido han sido más gratificantes?
Aquellas en las que tanto el editor como el autor han alabado mi trabajo. Aunque no os lo creáis, se puede explicar al autor extranjero los procesos traductológicos para hacerlos partícipes en la toma de decisiones: así es como ven el proceso que implica traducir. En general, se sorprenden y se sienten queridos y respetados, y eso es algo que, como diría el rey, me llena de orgullo y satisfacción. Al final tengo más feedback de las personas con las que trabajo que de les lectores.
¿Qué consejo darías a alguien que quiera convertirse en traductor de cómic?
Lee, haz formaciones sobre cómics y traducción y trabaja en tus proyectos para conseguir tus metas. Esto suena a cliché, pero es verdad verdadera. Yo soy traductora de cómic porque un día decidí que era lo que quería. No ha sido tan sencillo como chascar los dedos, pero aquí estoy, así que es posible.

Recomienda una de tus traducciones y un cómic que esté bien traducido.
De los que no haya nombrado ya… Ladrona. Esta obra me apasionó y me sentí muy identificada con el lenguaje, así que me lo pasé pipa trabajando en ella: intensidad, estilo novela gráfica mezclada con manga, crimen, diversión, amorío, autoestima y autoconocimiento… Tiene de todo.
En cuanto a obras bien traducidas, muchas veces solo puedes ver que el texto final es bueno, pero eso no significa que el proceso de traducción haya sido fiel y de calidad. Así que me voy a decantar por una que revisé personalmente, contando con el texto original, y es Viene y va, traducción de María Serna, editado por Barbara Fiore.
¿Qué proyectos tienes entre manos?
Ahora mismo estoy acabando un cómic de cARTEm, muy fresco (guiño, guiño)… ¡que se llama «Menta»! Ja, ja. Es una obra juvenil fantástica del autor italiano Christian Galli… Me hace mucha ilusión colaborar con ellos, en especial para este tipo de obras de corriente más actual. Y se trabaja tan bien con Elena…
Por otra parte, acabo de terminar de revisar el tomo más reciente de Solo (muy tierna y alocada a la vez, con muchos conejitos, je, je); y varias obras de Barbara Fiore Editorial, que son una delicia con nata montada y un poquito de limón, agridulce. Es una suerte poder trabajar con esas piezas de museo.
Por último, estoy formalizando mi proyecto para impartir talleres en institutos, tras el éxito del último que di el pasado mes de mayo. Me motiva mucho porque los chavales aprenden usos prácticos de la lengua, la corrección, los idiomas, la inventiva… Los adolescentes se me dan bien y ellos disfrutan de tener una actividad diferente, algo fresco y creativo. Espero poder empezar a ofrecerlo el curso que viene.

Inés ha traducido a muchos autores y autoras, entre ello están; Axelle Lenoir, Capitan Artiglio, Daniel Cuello, Daniel Picouly, Daphné Collignon, Dav, David Hine, Flavia Biondi, Giuseppe Manunta, Helena Haraštová, Jana Sedláčková, Jerome Charyn, Jim Bishop, Joann Sfar, Karim Friha, Kim Hyun-Min, Luciana Cimino, Lucie Bryon, Manuela Santoni, Marie Kotasová Adámková, Mathieu Bablet, Miguel Vila, Olivier TaDuc, Phlippe Thirault, Séverine Vidal, Stéphane Melchior, Stéphane Piatzszek , Teresa Radice y Vincenzo Bizzarri.
Robándole la frase a Orwell y cambiando ‘prosa’ por ‘traducción’, yo diría que “La buena traducción es como el cristal de la ventana”. Y así de trasparente tiene que ser el trabajo de un traductor/a. Pero cuidado, porque si la intentas atravesar te darás un buen golpe con el duro trabajo que conlleva.
Gracias a los traductores/as por darme la oportunidad de leer a todos estos autores y a muchos, muchos más.



