El Teatro Principal de Zaragoza es una de las joyas arquitectónicas más conocidas y populares de nuestra ciudad, un cúmulo de estilos y circunstancias que hacen del céntrico enclave cultural, un atractivo edificio que el en fondo es injustamente desconocido para todos nosotros.
El que hoy conocemos como el principal Teatro de la ciudad, con una programación amplia y versátil, fue nombrado primeramente la Casa de las Comedias y data de 1778 y todavía no estaba en su actual emplazamiento.
Todo esto y mucho más nos contaron en las visitas guiadas que recientemente se han puesto en marcha previa solicitud. Una hora y media para conocer el Teatro desde dentro, desde la tramoya a las bambalinas, pasando por los camerinos refugio de actores y actrices famosos que recalan en Zaragoza para traernos obras y espectáculos a un marco incomparable.
Pocos sabemos por ejemplo que en Zaragoza y durante 20 años y tras un incendio en el que murieron 81 personas, el teatro estuvo prohibido y que la nueva Casa de Comedias debió esperar a 1799 para abrir de nuevo sus puertas en la actual ubicación distante unos metros de la que fue su primera localización en lo que hoy es el Banco de España.
Pero es en 1937, en plena guerra civil, cuando se acomete la que será una de sus principales reformas, con la ampliación del vestíbulo de entrada. Una reforma que finaliza en 1940 y que se centra precisamente en la intervención del hall de entrada por considerar el sitio un lugar óptimo de socialización para la burguesía que permanecía en “modo lúdico” a pesar de la guerra que afectó más gravemente a ciudades como Barcelona o Madrid.
Ha sufrido a lo largo de su historia muchas más remodelaciones, sin duda la más vanguardista se la debemos al arquitecto zaragozano José Manuel Pérez Latorre que acomete un nuevo sistema de distribución interior, intervención a la que hay que sumar la restauración de las pinturas de los techos o el mural que preside hoy día el hall cuyo autor es Manuel Broto sin olvidar el imponente mural de Jorge Gay de la planta calle que cierra el patio por la salida hacia la plaza José Sinués y que es visible junto a las columnas que sustentan las 4 esculturas de Paco Rallo. Todo ese conjunto es el que pueden disfrutar aquellos que se alojan en los camerinos principales. La última remodelación data de mayo de 1987.
El paseo por el interior del Teatro nos depara aún muchas sorpresas; en las paredes las colecciones de programas, fotografías de actores y actrices ordenados por épocas, los bajorrelieves con los símbolos de la comedia y la tragedia o la pintura de color de sus muros, rojo pompeya para las zonas ampliadas y un gris metálico para los muros del edificio más primigenio.
Marmol de Calatorao, muebles en los descansillos y sillas para los 17 palcos del emblemático Los Certales, lámparas y arañas de 1940. Pero sin duda la “la joya de la corona” es el gran telón pintado al óleo de Marcelino Unceta que data de 1878 titulado “El Templo de la Fama” dónde es posible distinguir a la diosa Fama acompañada de Tragedia y Comedia.
Una visita más que aconsejable que termina al otro lado de dicho telón dónde uno puede sentirse protagonista y notar las mariposas en el estómago ante el inicio de una representación cuando se oye tan solo el deslizar de las patas y poleas del entramado de bambalinas, y que al izarse deja al aire la voz y el cuerpo de los actores. Un escenario que, levemente inclinado hacia el foso, nos invita a sumergirnos en mil historias…y al final saludo al cenital donde todavía es posible asombrarse con la artesanía en madera, policromada del rosetón que un día escondió el sistema de ventilación y del nos quedamos colgados sintiendo que el Principal es más principal que nunca.
