
Hernández opta al Goya junto al director Javier Macipe, su socio, por el corto ‘Gastos incluidos’. En 2020 ya ganó el premio por el documental de Nata Moreno sobre Ara Malikian
En el cine el foco está en los actores y en los directores, un hecho lógico y normal, si bien por ese motivo tiende a olvidarse la aportación clave de otros profesionales, por ejemplo, los productores. En el audiovisual aragonés de estos últimos años destaca el trabajo de Amelia Hernández, socia de Javier Macipe y con el que comparte nominación a los Goya por el corto ‘Gastos incluidos‘. Un galardón al que ya optó junto al talentoso autor por ‘Os meninos do rio’ y que ganó en 2020 por ‘Ara Malikian. Una vida entre las cuerdas’, el documental de Nata Moreno.

Tras años dedicada a la producción de danza, teatro y festivales, Hernández decidió centrarse en el terreno audiovisual, con el ámbito de la escena y del telón como complemento ocasional. Una evolución natural que comenzó a establecerse con ‘Os meninos do rio‘, el corto con el que se dio a conocer Macipe. Aquel proyecto marcó el inicio de su vínculo laboral y de amistad, experiencia que animó a ambos a fundar la productora El Pez Amarillo en 2016.

Su nombre viene del pez dorado del que hablaba en su ensayo David Lynch, aunque como esa referencia expresa les parecía pretenciosa, optaron por lo de amarillo. La productora se concibió como la base para que Macipe desarrolle sus trabajos, raíz compatible con las colaboraciones con otros creadores. En este segundo término aparece en especial la citada Nata Moreno. De hecho, tras el recorrido de la obra en torno a la figura de Malikian, Hernández y ella se han unido de nuevo en el largo ‘Onna Fly’, en fase de guion y posible gracias al programa CIMA Impulsa.

‘Gastos incluidos’ (disponible en Filmin) surgió como una idea de Macipe y del coguionista David Manjón. Con un equipo en su mayoría aragonés, se rodó a finales de 2018 en Madrid y la posproducción se completó en 2019. Lo protagonizan Roberto Cabrera y el veterano Ramón Barea. Macipe modula con originalidad el concepto de compañeros de piso en una premisa que sorprende y divierte. El ocurrente juego da paso no obstante a un discurso crítico, con el tema de la vivienda como eje, sobre la peligrosa deriva de estos tiempos. Exhibe elementos de distopía, de ahí que desde El Pez Amarillo lo definan como un ‘Black Mirror’ castizo con ecos de ‘La cabina’, el clásico de Antonio Mercero, alusión evocada, entre otros elementos, por el factor del espacio cerrado.
«Llegar a los Goya ya constituye un éxito», señala Hernández respecto a la nominación al mejor corto de ficción, sobre todo si se tiene en cuenta la enorme criba previa. Convertirse en finalista implica haber superado varios cortes. La dificultad del logro se refleja en que de partida solo pueden entrar en la carrera al Goya los cortos con un número mínimo de selecciones y premios en festivales. Después un comité elige 15 títulos y de esos quedan los cinco presentes en la categoría. «Es casi un milagro», subraya.
«La nominación al Goya se vive con alegría, pero a la vez hay que tener los pies en el suelo», afirma. La productora añade que primero surgen «los fuegos artificiales», los cuales no deben alejar la perspectiva de que el corto «vale por sí mismo gane o no gane«. Una mirada por supuesto acompañada de la enorme ilusión.
Después de los Goya: ‘La estrella azul’
En comparación con la gala de los Goya de 2020, a la que acudieron ella y Nata Moreno («lo pasamos fenomenal y encima ganamos», recuerda con felicidad), apunta que la edición de este año va a ser un poco rara por su componente telemático. Una realidad que en todo caso no minimiza el significado de la experiencia, la cual incluye un ensayo general virtual la víspera.
Amelia Hernández indica que, dentro de que la reafirmación personal por el trabajo realizado debe estar siempre presente haya o no reconocimiento externo, los Goya «abren muchas puertas». Una ayuda que confía en que allane el camino de ‘La estrella azul’, película de ficción inspirada en la vida del músico Mauricio Aznar. Se trata del segundo filme de Macipe, quien debutó en su día con ‘Los inconvenientes de no ser Dios’, y de un proyecto de envergadura para El Pez Amarillo por su condición de coproducción con Argentina y porque entre los socios españoles figura MOD Producciones, la empresa detrás de los trabajos de Alejandro Amenábar. Wanda y Film Factory también están detrás en la distribución y las ventas internacionales. Palabras mayores.
‘La estrella azul’ empezó a rodarse la semana en que se declaró el estado de alarma por la pandemia, de manera que solo pudieron trabajar tres días en Zaragoza antes de paralizar el proceso. En abril iban a grabar en Argentina y en mayo de nuevo en España. «Planeamos retomar el rodaje a finales de año, pero hay una ‘socia’ que manda, la COVID-19», expone Hernández. «Tenemos que adaptarnos a la realidad de cada momento, sobre todo en lo relativo a la fase en Argentina», finaliza.