Nacho Arantegui: Veladas de arte ambiental en la ribera del Ebro

Laura Gil 24 agosto, 2017

El artista multidisciplinar Nacho Arantegui lleva su especialidad, el ‘land art’ o arte ambiental, a una original propuesta para las noches de verano de Zaragoza. “Los secretos de Íber”, una experiencia que puede disfrutarse hasta el 9 de septiembre en el Soto de Malfora de Utebo, da nombre a su nuevo trabajo. Lleva años puliendo el concepto junto a la asociación Trarutan, creando fantasías en sotos y bosques de la ribera del Ebro.

 

Estos paisajes, que marcaron su infancia y se han convertido en el leitmotiv de su obra, son, pese a su cercanía, desconocidos para muchos zaragozanos. Arantegui propone descubrirlos en la magia y el silencio de la noche. Escultura, danza, música en vivo, performance o canto lírico son algunas de las disciplinas que jalonan el itinerario de las veladas artísticas y medioambientales que ha diseñado este verano en Utebo y que han colgado el cartel de ‘entradas agotadas’ durante sus dos primeros fines de semana (11, 12, 18 y 19 de agosto).

 

Nos damos cita con el artista zaragozano en el Centro de Arte y Tecnología Etopia, donde expone hasta el 14 de octubre la instalación escultórica “Kom Forest”, para conocer mejor su trabajo y los procesos creativos que surgen de su relación con la naturaleza.

 

©Nacho Arantegui

 

¿Qué es el ‘land art’?

 

Es la relación que mantienen los creadores con la naturaleza a través del caminar, el sentir en soledad estos espacios. Con ese diálogo profundo, surgen las creaciones que se materializan a través del vídeo, la fotografía, la escultura. Suelen ser piezas que están construidas con materiales extraídos de la naturaleza, que se encuentran en el propio hábitat. Al ser piezas efímeras, sujetas a modificaciones por la climatología o la estacionalidad, hay artistas que las documentan y las representan a través del vídeo y la fotografía. En mi caso, a partir de las veladas artísticas, hago que las personas puedan recorrer el espacio natural y encontrar las obras de arte en simbiosis con el paisaje. Creo que es la manera en la que puedes tener la experiencia viva, contemplándolas en armonía con el paisaje, ya que por eso surgen.

 

©Nacho Arantegui

 

Tus veladas artísticas se desarrollan en espacios naturales en los que percibes alguna singularidad…

 

Lo fundamental es observar e introducirte en los paisajes con mucho respeto, entendiendo que tienen alma, vida… Esta forma de interactuar con el entorno te da acceso a los secretos del paisaje y a través de ellos creo, doy forma a las piezas escultóricas o, simplemente, fotografío o grabo en vídeo el paisaje. No siempre tengo que interactuar en el entorno natural, hay veces en las que el propio paisaje es el que tiene la fuerza y la potencia.

 

©Nacho Arantegui

 

Qué te tiene que transmitir un espacio para que digas: “aquí”.

 

No sé si es algo mágico, que penetra, que es trascendental y difícil de expresar porque es un flechazo interno. La belleza la encuentro en muchos paisajes pero de repente llegas a uno especial y tras un tiempo observándolo empiezan a surgir cosas… Entiendo que ese espacio se comunica contigo de alguna forma. Pasa como al relacionarte con las personas; con unas tienes más afinidad y conectas más que con otras. Es el olor, la energía que te transmite la otra persona… Creo que aquí es lo mismo, todo depende de la energía que te transmite el paisaje.

 

La fantasía de la alameda ©Nacho Arantegui

 

¿Qué encuentras de especial en los paisajes de la ribera del Ebro?

 

Son paisajes que he recorrido desde la infancia y que luego, ya de adulto, han seguido manteniendo la capacidad de maravillarme. En esa infancia tan cerca de la naturaleza, viviendo en un barrio rural, en Casetas, es donde se ha fraguado todo. La forma que tenía de explorar y adentrarme en un mundo imaginario era alejándome, yéndome de aventuras a estos paisajes singulares que para mí eran extraordinarios. El Ebro, las choperas, los sotos de ribera eran tan misteriosos como sugerentes y ha sido muy fácil escoger estos entornos, que son el leitmotiv de mi obra desde hace ya muchos años, para nuestras veladas artísticas y medioambientales.

 

Los secretos de Íber ©Nacho Arantegui

 

Este verano vuestras veladas regresan a Utebo pero cambiáis el Soto de la Alameda por el Soto de Malfora…

Sí, en 2016 estuvimos en el Soto de la Alameda, que está pegado al de Malfora y era un soto muy frondoso. Este año buscamos otros espacios en el entorno y escogimos el Soto de Malfora, en el que toma más protagonismo el río Ebro y los escarpes. La montaña es como de yesos, muy blanca, y absorbe la luz de la luna, así que por la noche es un sitio bastante especial. Hay una playa en la que desarrollamos una escena; cuando salimos del bosque de pronto te la encuentras ahí con todos los personajes y es muy potente.

 

Los secretos de Íber ©Nacho Arantegui

 

Háblanos de las diferentes disciplinas y artistas que integran la experiencia.

 

Al preparar una velada, lo primero que hago es diseñar el itinerario y las piezas escultóricas. Después, convoco a los artistas que creo convenientes y los distribuyo en el espacio para que planteen sus propuestas. Este año contamos con performance, danza contemporánea, música, canto lírico.

 

Como novedad, la danza está acompañada de un músico de jazz. Introducir música en vivo es un salto y una mejora; es un elemento que aparece también al final de la velada, para que la gente que se quiera quedar a contemplar las estrellas se tumbe y relaje mientras nosotros recogemos el itinerario. Lo que intento es que las personas sientan la naturaleza, el ecosistema, pero que también lo sientan en armonía con la creación y el arte actual. El incorporar más disciplinas es porque creo que encajan, tienen su espacio y van a nutrir más la experiencia. Además de los artistas, cuento con un equipo en la asociación Trarutan que está conmigo desde el principio, haciendo posible que los proyectos se materialicen: Cristina Berlanga, Estrella Hernández, Félix Nogueras, José Castan.

 

El embrujo de las hayas ©Sergio Relancio

 

¿Cuantos años llevas trabajando en la órbita del ‘land art’?

 

Empecé a especializarme en el ‘land art’ en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, con una beca que me dieron para estudiar en el año 2006. Profundizar en la esencia de la creación en torno a la naturaleza me sirvió para conocer trabajos y artistas como Andy Goldsworthy que han sido muy inspiradores. En esta universidad presenté un proyecto artístico en la ribera del Ebro, en Sobradiel concretamente. Allí grabé un vídeo y realicé una pieza de arte ambiental. De ahí en adelante, empecé a profesionalizarme y a desarrollar trabajos más estables. Las veladas artísticas surgieron cuando me fui a vivir a Alagón y encontré las minas abandonadas de sal de Remolinos. Allí me di cuenta de que, teniéndolo al lado, el espacio sacaba de contexto a la gente, que era una experiencia transformadora. A partir de las veladas en las minas surgió un proyecto en Trasmoz y después, empecé con los itinerarios en paisajes de la ribera. “La fantasía de los árboles” fue el primero en Torres de Berrellén.

 

Velada artística en las minas de sal de Remolinos ©Nacho Arantegui

 

¿Cuál ha sido tu proyecto más ambicioso hasta el momento?

 

El del año pasado en el Soto de la Alameda de Utebo, «La fantasía de la alameda», donde tuvimos dos meses enteros de veladas artísticas con una capacidad para 1100 personas y el 95% de las entradas vendidas. Fue el más ambicioso por la cantidad de público que íbamos a acoger, la grandiosidad del espacio natural, el itinerario, las piezas. Entre los proyectos más hermosos y especiales, recuerdo «El embrujo de las hayas», que realicé en el bosque del Betato, en Tramacastilla de Tena, para la residencia artística que me concedió la AECT Espacio Portalet a través del Gobierno de Aragón y el Departamento de Pirineos Atlánticos (Francia), en el año 2015.

 

El embrujo de las hayas ©Nacho Arantegui

 

¿Es importante documentar tu trabajo a través del vídeo o de la fotografía?

 

Las esculturas se quedan en el paisaje para el que fueron concebidas; son todas de elementos naturales, efímeras. Se acaban por integrar en el entorno natural y sufrir su propia degradación como los paisajes mismos; a veces se las lleva el viento. El vídeo y la fotografía, tanto de las piezas como de los paisajes y hasta del mismo proceso creativo, son los documentos que quedan de esa relación que mantengo con los ecosistemas naturales y entiendo que pueden ayudar a forjar un camino, una trayectoria. Esta forma de presentar el trabajo es la huella, es un documento que queda vivo porque de otra forma muchas piezas desaparecerían y no quedaría rastro de ellas. Además, el vídeo y la fotografía tienen su valor independiente, un valor estético, y muestran la belleza desde otra perspectiva.

 

©Aramedia

 

¿Podría la ciudad de Zaragoza convertirse en escenario de alguna de tus veladas?

 

La ciudad tiene espacios increíbles de naturaleza. El proyecto que estamos realizando en Utebo se podría desarrollar también en lugares como el Parque del Agua, el Soto de Cantalobos o el Parque Grande. Además, tampoco descarto trasladar este tipo de experiencias transformadoras a espacios cerrados, edificios singulares que han podido quedar olvidados y abandonados.

 

Hablando de espacios cerrados, ahora mismo expones una pieza en el Centro de Arte y Tecnología Etopia…

 

Sí, se trata de la instalación escultórica “Kom Forest”, que muestra una raíz que encontré en el Canal Imperial a la altura de Pedrola. Del mismo lugar procede, por cierto, otra pieza que puede verse en el Museo Pablo Serrano, la escultura «1900 1,2 ºC”, un árbol cubierto con láminas de aluminio 100% reciclado cuyo nombre hace referencia al año en el que se comienzan a tener registros de la temperatura en la Tierra, que a finales del 2016 subió 1,2 ºC. El leitmotiv de ambas esculturas sigue siendo la naturaleza pero lo curioso de la creada en Etopia, en colaboración con los profesionales del Espacio Totem, es que incorpora tecnología digital.

 

Cuando golpeas los brazos entrelazados de esta raíz, se activa un sensor que envía la información a un ordenador central, el cual modula la iluminación sobre la raíz en función del sonido que estás enviando. Es decir, a través de la tecnología se articula la iluminación que deja ver la pieza. Con esta obra vengo a decir lo mismo que con la expuesta en el Pablo Serrano: el desarrollo tiene que estar al servicio de la naturaleza porque si no, no hay futuro.

 

Kom Forest ©Nacho Arantegui

 

Puedes seguir el trabajo de Nacho Arantegui en su web, blog y perfil en Vimeo.

*Foto de portada en blanco y negro: ©LA

Autor: Laura Gil

Periodista y consultora. Genero contenidos para marcas, agencias y medios de comunicación. Busco la ciencia escondida en las calles de Zaragoza.

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